Doris Quiceno siempre ha tenido una búsqueda espiritual en su obra. El manejo de la luz es lo más característico en ella reflejando la luz interior de su alma. Algo especial en la obra de Doris Quiceno es su pincelada; la que aplica
punteando, haciendo una especie de tejido y su paleta de color en la serie de paisajes terrenales es de tonos tropicales muy fuertes y en la nueva obra de paisajes celestiales el color es más suave con tonalidades apasteladas y con mucha carga de luz.

Doris Quiceno no pinta cuadros, ella pinta vida hecha color, colores preñados de energías azules que asombran y abrazan al mar y al cielo, vuelan como gaviotas remontando las alturas del sentimiento, amarillos con ganas de parir un tesoro lleno de corazones fiesteros, flores y hojas enamoradas del pincel del arco iris, que pinta con pedazos de estrellas cantando y bailando sobre el lienzo, ella ha puesto allí la sangre en rojo creciendo como el amor salvaje que escribe con imágenes la piel de la naturaleza, los árboles felices ríen porque una lluvia de ternura los hace vivos en la memoria de las hojas que acarician desde una estética por parir la vida, usted es la partera mayor de los colores

Es una danza espiritual que emerge de lo más profundo en imágenes, colores, visualizaciones, contornos para llenar al mundo de vibraciones sensitivas y visuales permitiendo un contacto sutilmente directo con los observadores o quizás, por qué no decirlo, con su alma, en todos sus movimientos.

"Discípula de la tierra

das pinceladas de amor,

con tu homenaje a la vida

Llenas nuestro corazón,

cuando todo está gris

tú lo llenas de color,

muestras la naturaleza

con belleza y esplendor".